Construyendo identidad y convivencia

El Barrio Popular

 Por: Arleison Arcos Rivas

Para Planeación Municipal de Medellín, la extensión del Barrio Popular estriba "desde el cruce de la carrera 46 con la calla 111 y continuando con esta en curva hacia el suroriente hasta la carrera 42 EE, por esta al norte hasta empalmar con la calle 118,  se continua por esta vía al norte hasta encontrar la quebrada la Seca por esta al oriente hasta su cruce con la calle 118; por el oriente: siguiendo la calle 118 al sur occidente hasta la carrera 42 B, por esta al norte hasta su unión nuevamente con la calle 118, por esta en curva hasta encontrar la calle 120 A, por esta al sur hasta encontrar  de nuevo la carrera 42 B, por esta al suroccidente hasta la calle 118, por esta al occidente hasta encontrar nuevamente la carrera 42 B. Siguiendo esta al sur hasta su intersección con la quebrada Granizal. Por el sur: continuado por el cauce de la quebrada Granizal hacia el occidente hasta su cruce con la carrera 46.  por el occidente: tomando la carrera 46 hacia el norte hasta su encuentro con la calle 111 punto de partida"; todo un galimatías, entreverado como sus calles, carreras, callejones y escondites.

Para quienes no conocen este sector de la ciudad, El Popular es "peligro". Para quienes vivimos, habitamos o trabajamos en el Barrio Popular, la vida nos sorprende a carcajadas de esperanza y optimismo todos los días, incluso en los más difíciles.

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El Barrio Popular es, evidentemente, popular. Resulta siendo la evidencia de que buena parte de nuestro país se hizo y vive aun entre la esperanza y el azar. (cfr. Hataya N., Barrio a Barrio se construye uan ciudad, 1994)

En las diferentes monografías y trabajos académicos en los que se menciona la historia de El Popular, se deja constancia de las condiciones de turbulencia en las que ocurre el poblamiento y asentamiento de terrenos a veces comprados por loteo (no siempre a los verdaderos dueños) y las más de las veces, producto de la acción de hecho al ocupar e invadir terrenos por parte de campesinos allegados a la ciudad en diáspora, huyendo de las violencias. 

A finales de la década del 50, en el siglo XX, el extremo nororiental de la ciudad de Medellín (en su momento la ciudad más conservadora de Colombia), se empiezan a notar las primeras edificaciones que empezaron a delimitar el territorio de la Comuna 1, episodio que remite a aquellos primeros habitantes quienes, con la vida a sus espaldas, salieron del campo desplazados, con miedo y a la espera de encontrar en la ciudad un recodo en el que rehacer la vida. La ciudad no ofreció mayor cosa; sólo sus laderas y a regañadientes, cuya densidad ocupacional y explosión demográfica son la evidencia de los ritmos movilizatorios del desplazamiento producido por el conflicto armado en el país.

La conquista de las laderas de la Zona Nororiental se hizo incluso contra el Estado, en luchas populares acompañadas por líderes comunitarios y religiosos como el P. Federico Carrasquilla, quienes empeñaron la vida (y muchos tuvieron que ofrendarla) para garantizar un espacio, así fuera empinado y sin condiciones habitacionales mínimas, en el que pudieran crecer los hijos.

Este proceso migratorio y colonizador forzado, da cuenta de cómo Medellín se convierte en una ciudad "cosmopueblerina", cuyas laderas crecerán vertiginosamente, producto del desarraigo;  haciendo que´ésta sea "una ciudad rota, migratoria y difusa; amalgama de diferentes grupos humanos insertados artificialmente en ella; cuya articulación al devenir de los asuntos de la ciudad se hace entre el recuerdo de la tragedia y los padecimientos al acomodarse en un espacio nuevo". (Arcos Rivas, 2005, p. 8)

Las prácticas habitacionales resultan precarias: "En primera instancia la vivienda partía del clásico tugurio construído con base en palos, latas y cartón, seguramente siguiendo la tradición rural  del patrón de asentamiento, le daban gran consideración al espacio exterior que le sería de pequeña huerta. Conforbaman viviendas diseminadas pero unidas con base en necesidades comunes".(Naranjo Giraldo, Medellín en zonas, 1992, p. 7

“Esto era puro monte” nos dice una de las primeras habitantes de lo que será llamado El Popular, por la extracción de sus habitantes, quien junto a muchos más de los que llegaron a la ciudad en busca de su protección, a punta de barretones, palas, empanadas y rifas parroquiales, crearon barrios donde sólo había pantano, monte y montañas. Luego vendrían más, con la esperanza de encontrar en la ciudad mejores condiciones de vida para sus hijos y ellos mismos. 

Enfrentar al Estado, a la fuerza pública y a los terratenientes no fue fácil. De día y de noche resultaron permanentes los intentos de éstos actores por sitiar y desplazar nuevamente a quienes, más que víctimas, resultaban siendo indesesables en la ciudad a los que había que desalojar a como diera lugar. El Sacerdote Obrero Federico Carrasquilla, alimentado en la Teología de la Liberación, acompañó a la comunidad en estos procesos de resistencia a partir del discurso y la práctica de la dignificación del pobre. También él, como el Jesús que predica, debió sentir los golpes y las amenazas de los poderosos por hacerse del lado de los pobres; incluso  les acompaño en la cárcel, en alguna ocasión, al ser detenido por la policía junto a otros tantos que habitaban las casa de cartón.

Sin embargo, el tesón y el empuje pueden más que la pobreza y la marginalidad a la que la ciudad condenó geográficamente a esta porción de su propio territorio. Pese a los múltiples intentos por desterrarles nuevamente, contra esa voluntad se enraizan en las laderas de Medellín mujeres y hombres sencillos, de nula o escasa preparación académica quienes, acompañados por Federico, Vicente y otros sacerdotes, religiosos y líderes, se arman de valor para subir, uno a uno, los ladrillos, el cemento, las tejas y los sueños con los que están construidas las casas, calles, capillas, escuelas y sedes de las organizaciones históricas del Barrio.

Muchas fueron las largas y extenuantes jornadas para rellenar terrenos, aplanarlos hasta donde era posible, levantar cimientos, construir paredes, adecuar escaleras a falta de espacio para hacer calles, alzar los muros de capilla y la escuela, con el favor de la Divina Providencia... Poco a poco, con esfuerzo y laboriosidad se ganan el derecho a la ciudad, a espaldas incluso del Estado; construyendo espacios precarios, adaptados para vivir y para que allí los niños y jóvenes pudieran estudiar. De este modo se creo la primera escuela Divina Providencia y luego, en un salón de la Junta de ACción Comunal, el Anexo al Idem Muscú del Barrio Santa Cruz,  que se ha ido ampliando a retazos, entre reclamos y peleas de la comunidad con la Administración, hasta llegar a ser lo que es hoy, la Institución Educativa Federico Carrasquilla - única entre el barrio Popular 1. 

La solidaridad, la acogida y el reconocimiento de la tragedia común vinculaban a estos habitantes del Barrio; experiencia que luego la violencia eliminará en la conciencia colectiva de los nuevos habitantes de El Popular. 

En ese contexto, desde 1976 la Institución Educativa Federico Carrasquilla ha sido testiga de las transformaciones del territorio y de sus habitantes, cuyos ritmos vitales han sido acompañados, con mucho, por el canto de las balas y la violencia incesante, situación que acentúa aún más el marginamiento y la discriminación de la ciudad hacia este sector. El popular, aun hoy, es sinónimo de tragedia para quienes no nos conocen. Para nosotros, El Popular es una promesa de tiempos mejores, en los que resulte posible construir identidad y convivencia.

 

 

© 2010 IE Federico Carrrasquilla - Gestión Directiva - Arleison Arcos Rivas , Rector

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